Desde
su fundación en 1943, el actual sistema de salud ha contribuido
a mejorar la salud y la calidad de vida de los mexicanos. Sin embargo,
la forma en que se han financiado y organizado los servicios de salud
en México, ha dejado desprotegida a una proporción significativa
de la población, impidiendo que el gasto que hacen las familias
en esta materia sea justo.
El
Gobierno Federal y los gobiernos estatales han desarrollado esfuerzos
de ampliación de cobertura de los servicios de salud, brindado
acceso a la atención médica a la gran mayoría
de los mexicanos. A pesar de ello, entre 2 y 3 millones de familias
se empobrecen anualmente debido a que emplean más de la tercera
parte de su ingreso para solventar sus gastos en salud. Este gasto
de bolsillo cuyo desembolso se destina principalmente a la compra
de medicamentos y consultas médicas afecta sobre todo a los
hogares de bajos ingresos.
Segun
el registro del censo de pobalción y vivienda 2000 el 57.8
por ciento del total de la población del país no está
asegurada por alguna institución de seguridad social, por lo
cual en la mayoría de los casos posterga e incluso deja de
atenderse por el alto costo que el tratamiento involucra y el limitado
patrimonio del que disponen. Este amplio sector de no asegurados se
encuentra en mayor riesgo de empobrecimiento por gastos catastróficos
en salud.
A
partir del 2002, el Gobierno de la República instrumenta para
enfrentar el reto establecido en el Plan Nacional de Salud 2001-2006,
en coordinación con los Gobiernos Estatales, el Seguro Popular
de Salud, como parte de una estrategia integral estructurada en la
nueva política social. Su financiamiento será fundamentalmente
público, mediante subsidio y complementado con una contribución
menor de los asegurados, así como por recursos fiscales federales
asignados en el Presupuesto de Egresos de la Federación.